Si la construcción del túnel de La Línea se tomó un siglo (100 años) para hacerla realidad, y el metro de Bogotá lleva 60 años y aún sigue el debate si se hace elevado o subterráneo (aunque ya hay contrato firmado), la ampliación de la autopista Norte de Bogotá no se queda atrás y avanza por el mismo camino: ya lleva 12 años en debate.
Pareciera que, a los gobernantes, los ambientalistas y los contratistas les gustaran los trancones y la congestión vehicular. Cómo será de crítico el problema, que el país se dio por bien servido hace unos años con la construcción de las dobles calzadas Bogotá-Girardot y Briceño-Sogamoso, que tuvieron retrasos de 5 y 10 años, respectivamente.
Es más, ente este momento, recorrer el tramo Bogotá-Girardot de 128 kilómetros, demora alrededor de 4 horas, debido al caos generado por la construcción del tercer carril, que lleva varios años de retraso.
Bogotá, embotellada
La capital del país no encuentra una salida a sus problemas de movilidad. Además de los trancones en sus calles, tampoco le va bien con sus vías de entrada y salida de la ciudad.
Las vías a Villavicencio y Girardot tienen constantes problemas. Y como si esto fuera poco, la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLAl) archivó la solicitud de licencia para iniciar este año las obras de ampliación de la Autopista Norte.
Esta obra que piden a gritos quienes transitan por esa vía, especialmente los fines de semana, ya lleva alrededor de 12 años en debates sobre si es conveniente o no, para la sostenibilidad ambiental de la ciudad y la región.
Mientras esto sucede, salir e ingresar a Bogotá un fin de semana, un puente festivo, y ni qué decir en Semana Santa, a mitad de año o en Navidad y Año Nuevo sigue siendo un calvario. El trayecto entre Bogotá y Tunja, que se recorre en máximo hora y media, en estas fechas, fácilmente se demora 3 horas, de las cuales, una media para llegar a La Caro y otra hora y media, para el ingreso a la capital. Igual sucede a la salida de la ciudad.
‘La culpa es de la vaca’
Como siempre, en estos casos no aparecen los responsables, y si llegaran a ser identificados, tampoco pasa nada.
La cadena de obstáculos es larga:
–Los estudios y diseños de las obras de ampliación no respetan las normas ambientales.
–Los ambientalistas radicales se oponen a la ejecución de la obra, bajo cualquier circunstancia.
–El contratista no presenta diseños ajustados a las normas ambientales.
–La demora en las definiciones permite que haya cambio de gobierno y quien llega siempre tiene una posición distinta a la de su antecesor.
–A medida que pasa el tiempo se agranda la lista de propuestas y opiniones, y eso dificulta la toma de decisiones.
Al final, la obra sigue aplazada y los colombianos continúan leyendo anuncios como los siguientes, en los diferentes medios de comunicación: