A los ambientalistas les gustan las joyas y los celulares, pero odian la minería; les encanta la leche, pero no quieren las vacas; los desvelan los carros eléctricos pero rechazan la infraestructura de generación y transmisión; les gusta viajar en avión, pero no soportan el ruido; se devoran el chicharrón, pero les parece feo el marrano; y no aceptan que Colombia tenga cultivos transgénicos, pero son felices consumiendo maíz importado, genéticamente modificado.