Estos van desde el empleado más comprometido, llamado “empoderamiento afortunado” hasta el “confort desinformado”. En equipos, el mayor consumo es por climatización y elementos de trabajo.
Bogotá, septiembre 8 de 2024. Un estudio sobre eficiencia energética realizado en 22 oficinas administrativas del Valle del Cauca, permitió detectar seis perfiles de cultura energética de las personas que laboran en el lugar. El objetivo de la investigación era entender cómo los colaboradores de las empresas utilizan la energía en estos espacios, y cómo pueden mejorar dicho uso, en medio de la creciente preocupación por el cambio climático.
En su investigación, la administradora de empresas Stefanía Forero Salcedo, magíster en Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, formuló preguntas para una encuesta que aplicó a más de 60 personas del edificio, revelando que, entre los perfiles identificados, el 47 % mostró bajos niveles de consciencia y conocimiento sobre los problemas ambientales relacionados con la energía eléctrica.
La climatización, con 43,34 %, se identificó como el uso de energía más alto y de mayor consumo. Le siguió, en 22,98 % el equipamiento de trabajo, como computadores e impresoras, y la conectividad con 19,96 %. Estos tres rubros constituyen el 86,28 % del consumo. Completan el perfil energético otros usos como iluminación (8,53 %), alimentación y bebidas (3,97 %), desplazamiento (1,16 %) y entretenimiento (0,06 %).
Para crear los perfiles de cultura energética, la magíster analizó conglomerados con los datos recolectados, una técnica estadística que le permitió agrupar individuos con características similares, importante para identificar patrones y hábitos y a la vez diseñar intervenciones adaptadas a las necesidades específicas de cada grupo.
Entre los perfiles destacados está el de “empoderamiento afortunado”, que congrega a personas con alta consciencia y compromiso, quienes cuentan con equipos eficientes y un entorno favorable para implementar acciones de ahorro energético, y el de “entorno e infraestructuras limitantes”, que se caracteriza por individuos conscientes y comprometidos que se ven limitados por un entorno con condiciones ambientales y equipos que dificultan el ahorro de energía.
En contraste, el perfil de “motivación pasiva” describe a las personas con poco conocimiento sobre el problema y con prácticas ineficientes debido a su falta de interés. Los de “desinformación inconsciente” son aquellos con baja conciencia y compromiso sobre el consumo energético, quienes se sienten limitados y poco motivados para tomar acciones de ahorro.
Hay quienes cumplen con el perfil de “equipos restrictivos”, pues son conscientes y comprometidos, pero se ven restringidos por equipos obsoletos que no les permiten un consumo eficiente. Finalmente, los de “confort desinformado” incluyen aquellos que priorizan su comodidad, mostrando poca conciencia y compromiso, lo que los lleva a ser pasivos en la adopción de prácticas de ahorro energético.
El estudio también reveló que el 74 % de los equipos del edificio obtuvieron calificaciones malas o muy malas en términos de eficiencia energética, modernidad y estado, lo que sugiere que es necesario hacer un recambio tecnológico urgente, especialmente en el aire acondicionado, los computadores, impresoras y luminarias.
Con este diagnóstico, cuyas conclusiones se pueden aplicar a otros edificios, la tesista Forero generó 10 propuestas de mejora clasificadas como urgentes y necesarias, entre ellas promover la conciencia, el compromiso y la aplicación de buenas prácticas de consumo energético, además de implementar el sistema de gestión de la energía en las organizaciones. Las recomendaciones están orientadas a mejorar la infraestructura, instalar sensores y modernizar los equipos, acciones que, aunque necesarias, requieren de inversiones importantes.