En Colombia ha empezado a tomar fuerza la propuesta de revivir el Instituto de Mercadeo Agropecuario (Idema), como una solución al problema de comercialización de alimentos, pero pocos saben cuál era la función de esa entidad liquidada en 1994, tras haberse convertido en foco de corrupción e inoperante ante las nuevas condiciones de apertura económica y del mercado de alimentos no perecederos en Colombia.
Se trataba de una entidad dependiente del Ministerio de Agricultura, creada en 1944, cuya función era adquirir las cosechas de granos en Colombia e importar alimentos que el país no producía, con el fin de regular los precios y proteger a los productores nacionales del desplome de las cotizaciones cada vez que salía una cosecha.
Durante 50 años, el Idema les compró a los agricultores nacionales su producción de maíz, fríjol y arroz, garantizando unos precios mínimos establecidos por el Ministerio de Agricultura, luego la entidad reempacaba estos productos en bolsas de libra, kilo o arroba, y los vendía al público, con una pequeña utilidad, de tal manera que no se afectaran los consumidores. En relidad, se trataba de una entidad que intermediaba la cadena de comercialización de alimentos básicos y de consumo masivo.
El Instituto tenía presencia nacional, tanto en compra como en venta de productos alimenticios no perecederos, y era reconocido como el sitio donde los campesinos vendían sus cosechas de granos al por mayor, y las familias colombianas hacían su mercado de granos a precios razonables. De ahí que era una institución de gran tamaño, dueña de muchos bienes muebles e inmuebles para el almacenamiento, procesamiento y comercialización de productos agropecuarios.
El Idema también importaba alimentos que no se producían en Colombia, tales como lenteja, arveja seca, garbanzo y hasta lecha en polvo. Además, comercializaba algunos productos procesados que hacían parte de la canasta familiar, tales como aceite, manteca, pastas, chocolate, avena y harinas, entre otros. En materia de alimentos, lo único que no se conseguía en el Idema eran los productos frescos de consumo directo como frutas, verduras de hoja, hortalizas, plátano, yuca y papa.
Durante tres o cuatro décadas, el Idema funcionó bien, hasta que fue permeada por la corrupción. Se robaban los productos, hacían compras ficticias, dejaban dañar los alimentos almacenados y la entidad arrojaba pérdidas millonarias. Además, con la llegada de la apertura económica en 1990 perdió su capacidad y función de regulador del mercado de alimentos no perecederos.
Ante este panorama, el Gobierno del presidente Ernesto Samper y su entonces ministra de Agricultura, Cecilia López, tomaron la decisión de liquidar la entidad, proceso que inició en 1994 y se extendió por varios años, hasta el punto de que aún hay algunos vestigios de bodegas y silos del Idema abandonados en algunas regiones del país.