Los cultivadores de arroz no viven su mejor momento. Tienen la cosecha al hombro, los precios han empezado a bajar luego de haber pagado altos costos de producción (30% más) debido a las alzas en los fertilizantes, la mano de obra y el elevado costo del crédito y, como su fuera poco, el Ministerio de Agricultura les redujo los recursos para los subsidios de almacenamiento del grano, y les advirtió que será la última vez que destina presupuesto para esta actividad.
Y hay más problemas. El gerente de la Federación Nacional de Arroceros (Fedearroz), Rafael Hernández Lozano informó que el pasado 30 de mayo tuvo que liquidar a cerca de 50 ingenieros agrónomos que trabajaban en un programa de asistencia técnica para los cultivadores, porque el Ministerio de Agricultura no había autorizado la renovación del contrato que permitía obtener los recursos de un fondo Col-Rice que existe para pagar los costos de la asistencia técnica.
Y para rematar, el grano está en la mira de las autoridades económicas y de los consumidores, debido a que los precios aumentaron 54% el año pasado, y ahora están pidiendo subsidios para el secamiento y almacenamiento de parte de la cosecha.
Precios del arroz: todos pagan
El problema es que si al sector no se le da la mano ahora que la necesita, esto lo pagarán los consumidores más adelante, porque la producción disminuirá y el arroz se pondrá caro, nuevamente.
La ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica Flórez, les dijo recientemente que ellos seguían produciendo «a la antigua», lo que se considera un llamado de atención frente a la productividad del sector. La funcionaria les pidió además que construyan su propia infraestructura de secamiento y almacenamiento, para solucionar los problemas de fondo del sector.
El gerente del gremio respondió que el cultivo en Colombia se desarrolla «a la moderna», como lo demuestra el incremento en la productividad, la cual les ha permitido pasar de una producción de 3 a entre 5 y 6 toneladas por hectárea en zonas sin riego, y de 7 a 8 toneladas en regiones con disponibilidad de agua. El promedio nacional está en 5,8 toneladas, mientras que hace 3 décadas era de apenas 2 toneladas por hectárea, dijo Rafael Hernández.
“Con el programa de Adopción Masiva de Tecnología (AMTEC), de Fedearroz, los productores cuentan con paquetes tecnológicos no solamente para producción con riego, sino para cultivos de secano”, aseguró Hernández Lozano. Agregó que la inversión en infraestructura para secamiento y almacenamiento es alta y no se puede hacer de la noche a la mañana, ya que la mayoría de los equipos son importados. “Construir una planta de secamiento pequeña para atender la cosecha de 500 hectáreas de arroz vale unos 2.500 millones de pesos, lo que indica que se requeriría de un crédito a unos 20 años.
El gerente invitó a los cultivadores a seguir luchando y produciendo porque este es el alimento básico de la dieta de los colombianos. “Debemos seguir garantizando la seguridad alimentaria como lo hicimos durante la pandemia”.
Respecto a las dudas de la ministra Mojica sobre información en torno a los excedentes de arroz, el dirigente gremial dijo que la información se tuvo clara hasta el primer semestre del año pasado, pero que el Ministerio se demoró casi 10 meses en renovar el contrato con la Bolsa Mercantil, cuya entidad hacía un seguimiento respecto a precios, cosechas, inventarios, importaciones y excedentes. “Además, el Dane genera información sobre el comportamiento del cultivo, y en estos momentos se está realizando el Censo Nacional Arrocero que cubre a todo el país”.
Lo peor de todo es que el futuro no pinta bien. Según lo establecido en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, a partir del 2030 ese país podrá exportar arroz a Colombia sin aranceles o impuesto de ingreso. Cuando se inició el acuerdo el arancel estaba en 80%, y hace un par de años comenzó el proceso de desgravación gradual.
Este complejo panorama toca a los hogares colombianos, por tratarse del principal producto de la dieta nacional, razón por la cual, lo que suceda con los productores se refleja en el bolsillo de los consumidores. Y es que la relación es directa: si el precio sube, los hogares se afectan, y si el precio baja, los cultivadores se quiebran. Al año siguiente disminuyen las siembras y el círculo se cierra con un nuevo aumento de precios, y el sector que se queda con una parte de los ingresos de los colombianos. Por eso, lo único que le sirve al país es que se eliminen los picos de alzas y bajas, y que se mantenga un abastecimiento razonable a precios favorables para productores y consumidores.