Criar zánganos suena a un despropósito. Sin embargo, en la industria apícola, es decir la cría de abejas, esto no solamente es necesario, sino una forma de mejorar la productividad y garantizar la sostenibilidad ambiental.
Pero ojo. No todos los zánganos son buenos. El ingeniero César Palacio, apicultor colombiano que produce alrededor de 7 toneladas anuales de miel en San Andrés Islas, dice que aunque la gente cree que el zángano es un bicho malévolo, la verdad es que una de las razones del éxito en su negocio es el mejoramiento genético de abejas machos, porque ellos son los que fecundan a las reinas y aportan los genes de la productividad de miel y determinan en parte el nivel de agresividad de las colmenas.
“Yo soy un criador de zánganos, pero de alto nivel genético. Los necesito en mis colmenas para incrementar la producción y reducir la agresividad de las abejas”.
Sin embargo, el foco de Palacio no son los zánganos, sino la cría y el mejoramiento genético de las reinas, porque ellas definen la mayor parte de las virtudes de las habitantes de sus colmenas, es decir, la abejas.
Y ¿qué virtudes deben tener las reinas? Genes de alta producción de miel; baja agresividad, es decir, mansedumbre; abejas de buen tamaño; propiedades higiénicas que evitan las enfermedades en la colmena y buena heredabilidad para que transmitan sus virtudes a su descendencia.
Según el experto, Colombia es un país de abejas africanizadas, y esto no es conveniente debido a su alta agresividad, lo que pone en riesgo a las personas y a los animales. Y es que en materia apícola, lo mejor es que la abejas no sean tan ‘picadas’.