Una granja avícola en la que las vacas y las plantas ponen

El boom del apoyo al campo y la protección de los animales, el medioambiente, las plantas, hasta la fiebre de las experiencias, se está convirtiendo en una oportunidad para diversificar los ingresos de los campesinos colombianos.

Se trata de la segunda fase del agroturismo, que involucra a actividades como avicultura al aire libre, porcicultura, ganadería de ordeño y fincas multipropósito.

Esta historia es un ejemplo de ello. En las afueras de Neiva existe una pequeña finca con unas 1.500 gallinas criollas ponedoras, y al mismo tiempo tienen montado un show natural permanente que descresta a cualquier calentano. Quienes la han visitado no solo quieren regresar, sino hacerlo con la familia completa: mujeres, niños y adultos mayores, que muy pocas veces han tenido tienen la oportunidad de vivir una experiencia completa de lo que es el campo.

Se trata de aves felices que viven en un potrero de tres hectáreas, donde comen insectos, plantas, frutas y cuanto bicho se les atraviese.

El show de las gallinas es constante y variado. Se levantan a las 5 de la mañana, no importa si aún está oscuro. Casi a tientas, empiezan a caminar y a hacer fila en las puertas de salida al potrero. Desde esa hora no dejan dormir. Con su cacaraqueo anuncian que más tarde dejarán en cualquiera de los cerca de 100 nidos, un huevo, es decir, la compensación por la comida que se les da dos veces al día, a las 7 am y a las 4 pm.

El video dice más que mil palabras:

El siguiente capítulo es el show de las ponedoras. Una sinfonía indescifrable y ensordecedora que resulta de la mezcla de sonidos como el cacaraqueo, el canto de los gallos, ruidos guturales y aleteo que resulta de una que otra pelea entre ellas, pero que no pasa a mayores porque siempre se ‘agarran a picos’.

El espectáculo se complementa con el primer recorrido para recoger los huevos.

Da gusto pararse frente al nido y estirar la mano para recoger el producto de este negocio redondo. Huevos azules, verdes, marrón, blancos, colorados, amarillos, rosados, beige, rojos y hasta pecosos. Se trata de verdaderas obras de arte que se asemejan almendras Italo.

También es un espectáculo verlas correr detrás de cualquier intruso que invada su terreno. Igual sucede cuando una fruta se cae del árbol.

La segunda comida del día la reciben a las 4 de la tarde, y se repite la escena de la mañana.

A las 6 de la tarde empiezan a llegar al dormitorio. Cada una tiene identificado el sitio en el que pasa la noche, y nunca lo cambia. Se ubican en fila, en una especie de graderías de guadua, que dan la sensación de un coliseo o un estadio. La mayoría duerme bajo techo, en un corral encerrado con malla para evitar ser presa de los enemigos nocturnos. Un pequeño grupo pernocta en las copas de un par de árboles cercanos. Su impermeable de plumas impide que penetre el agua cuando llueve.  

En esta finca, aparentemente avícola no solo ponen las gallinas, sino las plantas (yuca, caña y plátano), las vacas, los cerdos, los peces ornamentales, los pájaros, los árboles frutales y hasta los bejucos de ahuyama, sandía, granadilla y gulupa. Cada uno de ellos brinda su propio espectáculo digno de ver y sentir.

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