En un año, estos vehículos emiten en la ciudad alrededor de 2.000 toneladas de material particulado (PM2,5) que van a la atmósfera. Se trata de partículas tóxicas 100 veces más finas que un cabello humano, implicadas en la agudización de enfermedades como bronquitis y deficiencia cardiopulmonar. Por eso, aunque la medida de “pico y placa ambiental” reduciría el deterioro de la calidad del aire que afrontan Medellín y el Valle de Aburrá, controlando la emergencia, expertos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) afirman que urge instaurar políticas públicas estructurales y de largo plazo.
Según el inventario de emisiones atmosféricas de 2022, elaborado por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, aunque los automóviles de uso común son la principal fuente de dióxido de carbono (CO2), solo emiten cerca de 100 toneladas de PM2,5 al año (t/año), mientras que los camiones emiten 1.281 t/año y las volquetas 894 t/año.
“Los vehículos más antiguos y que funcionan con diésel son la principal fuente de estas partículas, tan riesgosas cuando entran a nuestros pulmones que se han convertido en el principal indicador establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para monitorear la calidad del aire que respiramos”, explica la profesora Carmen Elena Zapata Sánchez, directora del Laboratorio de Calidad del Aire (Calaire) de la UNAL Sede Medellín.
Se estima que en 2022 circularon por el Valle de Aburrá más de 44.500 vehículos de carga y volquetas intermunicipales que llevan escombros, arena, tierra, piedras y otras materias primas para la construcción, y que suelen a recorrer hasta 72.000 kilómetros al año en promedio.
“Sin embargo hay un detalle adicional: estos son los vehículos registrados en esta área, pero por aquí también pasan camiones y volquetas de otras regiones. Para esos casos sería útil, como lo hemos propuesto, hacer control de emisiones y evaluar si dejarlos pasar o no”, afirma la académica.
Así mismo, más del 30 % de estos carros tienen más de 20 años, e incluso algunos más de 45. “Aunque ha habido renovación (la mayoría tiene menos de 16 años), sigue siendo el grupo más contaminante entre las fuentes móviles. De ahí la relevancia de implementar medidas como el “pico y placa ambiental”, aunque lleguen de forma tardía: desde hace semanas se sabía que los incendios forestales podrían tener influencia en la calidad del aire, porque también emiten PM2,5, y el año pasado tuvimos algunas estaciones en rojo (aire dañino para la salud)”, señala.
Más crítico hacia el sur
Según el histórico de mediciones de los últimos siete días, las estaciones de Itagüí, Envigado y La Estrella han registrado índices más altos de PM2,5. “Esto se podría entender a partir de las simulaciones que hicimos hace algunos años para seguir las trayectorias de masas de aire dentro del Valle de Aburrá, las cuales mostraron que en los límites entre Envigado y Medellín se crea un efecto vórtice, y que como el sur es más frío que el centro, el aire suele estancarse allí”, añade María Camila Eguis Cuentas, magíster en Ingeniería – Recursos Hidráulicos de la UNAL Sede Medellín.
Esto se relaciona con las características topográficas del Valle de Aburrá: una depresión ubicada en la cordillera Central de los Andes cuyo eje principal es el río Medellín, o río Aburrá –de casi 60 km–, cercado por laderas que se elevan hasta 1 km, con una distancia que varía entre los 10 y los 20 km.
Hacia el sur hay más edificaciones, el Valle se estrecha y se produce un efecto tapón al que se le añaden vientos que ingresan en dirección contraria desde San Pedro.
Así mismo, la calidad del aire depende de la radiación solar que ha aumentado en todo el mundo propiciando la formación de niebla tóxica o esmog y otros contaminantes como el ozono y el dióxido de nitrógeno. “Aquí las estaciones de monitoreo casi nunca están en verde, por eso es importante seguir investigando y explorando medidas realmente efectivas, sin descuidar la incidencia de fuentes fijas como las industrias, que aportan hasta 161 t/año de PM2,5”, menciona la profesora Zapata.